¿Debería ir a terapia?

Si todavía no sabes si dar ese paso para empezar tu proceso terapéutico, este artículo es para ti

Irene de Ana

5/29/20232 min read

Todo el mundo debería ir a terapia una vez en su vida.

Seguro que habrás escuchado oraciones de este estilo, pero ¿esto es así?

Vivimos en la sociedad de la inmediatez y del bienestar constante, donde no hay lugar para el dolor emocional. Cuando sentimos un atisbo de malestar buscamos rápidamente soluciones para volver a nuestro equilibrio, olvidando que experimentar emociones desagradables forma parte de nuestro día a día y por tanto, son necesarias para nuestra vida.

Desde que nacemos, vamos afrontando momentos duros y difíciles, que van acompañados de emociones desagradables tan necesarias como inevitables. Todas las personas contamos con un repertorio de estrategias para hacer frente a estas situaciones. Sin embargo, en ocasiones, las estrategias que tenemos parecen no ser suficientes para afrontar lo que estemos viviendo, siendo necesario la ayuda de un profesional de la psicología para cambiar el comportamiento, a través del desarrollo de nuevas herramientas que permitan generar estrategias más adaptativas y exitosas para cada situación. Es decir, deberíamos ir a terapia cuando sienta un malestar que no sé gestionar y me esté afectando en mi día a día, e incluso a las personas que me rodean.

Acudir a terapia, por tanto, nos ayuda a:

- Aumentar nuestro conocimiento interno. Conocer y comprender el origen de nuestras conductas, pensamientos y/o emociones nos ayuda a ganar control sobre nuestras vidas y por tanto, modificar aquellas disruptivas.

- Mejora nuestra autoestima. Acudir al psicólogo es un gran acto de amor propio, supone focalizarte en ti y en tus necesidades, descubrir tus cualidades y debilidades para mejorar tu bienestar.

- Escucharnos a nosotros mismos sin juzgarnos. La autocompasión es clave en el bienestar personal. Podemos aprender a responder a nuestros pensamientos, emociones y conductas que nos generan dolor y malestar desde la empatía y amabilidad, sin evitar el sufrimiento ni juzgarlo.

- Enriquecer nuestro mundo emocional. Observar y atender tus sensaciones físicas, así como descubrir no sólo nuevas emociones, sino comprender cómo, cuándo y por qué aparecen.

- Desarrollar herramientas para afrontar los problemas. Todas las personas partimos de un repertorio de herramientas que puede ser ampliado y modificado todas las veces necesarias. Si no sabemos cómo afrontar un conflicto o problema siempre podremos aprender nuevas estrategias.

- Mejorar la relación con uno mismo y con los demás. Encontrar el equilibrio personal, a través de la introspección y el control del entorno, facilita el reconocimiento de las habilidades y fortalezas personales. Esto repercute directamente en mi autoestima y por tanto, en mi relación con los demás.

A pesar de estos beneficios, muchas veces las personas acuden a terapia pensando que solo haciendo acto de presencia superarán el problema, adoptando un rol pasivo de su problemática. Sin embargo, para empezar un proceso terapéutico debes tener la motivación o la predisposición a cambiar el panorama actual de tu día a día. Este proceso no es en solitario, puesto que se realiza de la mano de tu psicóloga.

Ir a terapia implica detenerse a mirarse a uno mismo, conectar con las necesidades y abrazarse desde la empatía y el cariño propio. ¡Ojo! Esto que digo parece muy fácil y bonito de hacer, pero realmente es un camino largo, donde aparecerán miedos, resistencias… pero también, avances, logros, descubrimientos personales….

Y tú, ¿estás dispuesto a emprender este camino?

¡Reserva ya una primera sesión!