El papel de la disociación en la supervivencia emocional: Mitos y realidades

En este artículo, exploraremos cómo la disociación cumple un papel crucial en la supervivencia emocional, desmontaremos algunos mitos sobre ella y veremos cómo podemos abordarla de forma saludable.

TRAUMA

Irene de Ana

3/12/20253 min read

Cuando hablamos de disociación, muchas personas la asocian con algo negativo, patológico o incluso con una pérdida total de la conciencia. Sin embargo, la disociación es, en esencia, un mecanismo de protección del cerebro. Se activa cuando enfrentamos situaciones que nos resultan demasiado abrumadoras o dolorosas para procesarlas de manera consciente.

Nuestro cerebro está diseñado para priorizar la supervivencia. Cuando enfrentamos una amenaza, el sistema nervioso reacciona activando respuestas automáticas: lucha, huida, congelación o, en casos extremos, disociación.

Podemos imaginar la disociación como un continuo: en un extremo, se manifiesta de forma leve, como momentos de ensimismamiento o desconexión pasajera ante el aburrimiento, bajo estrés o ante situaciones de conflicto, algo que muchas personas experimentan a diario sin mayores consecuencias. A medida que avanza en intensidad, pueden aparecer episodios más prolongados de despersonalización o desrealización, donde la persona siente que no está completamente presente en su entorno o en sí misma. En el extremo más severo del continuo, encontramos trastornos como el Trastorno de Identidad Disociativo, en el que la fragmentación de la identidad es más profunda y puede afectar el funcionamiento cotidiano.

En todos los casos, la disociación es una estrategia del cerebro para priorizar la supervivencia, ajustando su respuesta en función del nivel de amenaza percibida. En casos de trauma, este mecanismo puede intensificarse, dificultando la conexión con las emociones y la realidad.

La Teoría Polivagal y su relación con la disociación

Para comprender mejor la disociación, es útil mencionar la Teoría Polivagal, desarrollada por Stephen Porges. Esta teoría explica cómo nuestro sistema nervioso autónomo regula nuestras respuestas al estrés mediante tres estados principales:

  1. Estado de conexión (seguridad y calma) → Activado por el nervio vago ventral, nos permite relacionarnos con los demás y sentirnos seguros.

  2. Estado de lucha o huida (activación simpática) → Se activa ante una amenaza, preparando el cuerpo para reaccionar.

  3. Estado de colapso o disociación (inmovilización vagal dorsal) → Cuando la amenaza es demasiado grande, el sistema nervioso entra en un estado de apagamiento para reducir el impacto del dolor o el miedo.

Este último estado es clave para entender la disociación en el contexto del trauma. Cuando una persona no encuentra una salida ante el peligro, su cerebro activa la inmovilización, llevándola a sentir desconexión, embotamiento o una sensación de irrealidad.

La disociación como refugio
Mitos de la disociación

❌ "La disociación es algo raro o patológico”

  • La disociación es un fenómeno común y una respuesta natural del cerebro ante situaciones estresantes. Se vuelve un problema solo cuando interfiere con la vida diaria.

“Solo ocurre en personas con trastornos graves”

  • Si bien la disociación severa puede estar presente en trastornos como el TID (Trastorno de Identidad Disociativo) o el TEPT, muchas personas experimentan formas leves de disociación sin que esto implique un diagnóstico clínico.

“Se puede controlar con fuerza de voluntad”

  • La disociación es una respuesta involuntaria del sistema nervioso. No es una elección consciente, sino un mecanismo automático de protección.

“Es lo mismo que soñar despierto o distraerse”

  • Aunque pueden parecer similares, la disociación implica una desconexión más profunda de la realidad y suele estar ligada a experiencias estresantes o traumáticas.

¿Cómo abordar la disociación en la vida cotidiana?

Si bien la disociación es un mecanismo de defensa útil, en algunas personas puede volverse un patrón recurrente que dificulta su bienestar emocional. Algunas estrategias para abordarla incluyen:

Técnicas de grounding o enraizamiento:

  • Usar los sentidos para reconectar con el presente (tocar una textura, notar los sonidos a tu alrededor, etc.).

  • Ejercicios de respiración para regular el sistema nervioso.

Trabajo con el estado del cuerpo:

  • La disociación a menudo viene acompañada de una desconexión corporal. Actividades como el yoga, la danza o la terapia somática pueden ayudar a recuperar la conexión con el cuerpo.

Terapia psicológica:

  • Un enfoque terapéutico centrado en la seguridad y en el procesamiento gradual del trauma puede ayudar a reducir la necesidad de recurrir a la disociación.

La disociación es un recurso que nuestro cerebro ha desarrollado para protegernos, pero cuando se convierte en un patrón recurrente, puede alejarnos de nuestra propia vida. Sanar no significa eliminar esta respuesta, sino aprender a regularla y reconectar con el presente de una forma segura.

Si sientes que la desconexión te impide disfrutar de tu día a día o gestionar tus emociones, trabajarlo en terapia puede ayudarte a recuperar esa sensación de control y presencia. Si te resuena este tema y quieres explorarlo en un espacio seguro, podemos hacerlo juntos. Escríbeme o agenda tu primera sesión.